Hace tres años, durante el embarazo de mi tesoro Martín, volví a coger las agujas y tejí gorros y bufandas para todo aquel, amigo o familiar que se prestase. Y es cuando me di cuenta de la carga emocional que añadía de forma inconsciente en cada punto, en cada prenda.
Este invierno han estado muy de moda los gorros y las chaquetas tipo “hand made”, buscando ese calor especial de las prendas hechas a mano, pero no es lo mismo, no tienen esa “plusvalía”.
Además, el coser, bordar o tricotar son actividades muy desestresantes, ese ritmo repetitivo de la aguja que va y que viene produce en nuestra mente el mismo efecto relajante que el yoga. Por este motivo se han puesto de moda en Estados Unidos las labores de punto, y hasta las “celebrities” como Cameron Díaz o Julia Roberts han confesado ocupar sus ratos libres haciendo punto.
Así que os animo a todas y todos (porque yo aprendí a hacer punto con un maestro en la escuela) a desempolvar agujas, telas e hilos, y a comenzar a hacer cosicas, pequeñas, sencillas, para regalar a las personas que tenéis cerca. Porque no hay nada más gratificante que hacer y regalar cosas con ese componente, natural, duradero y gratuito, llamado cariño.
Os propongo hacer estos pastelitos- alfiletero, siempre viene bien tener uno a mano cuando se va a coser. Son muy sencillos de hacer y resultan muy apetecibles.
Ingredientes: Trocitos de fieltro de colores y sabores. Trocitos de puntilla reciclada. Una pizca de imaginación. Para el relleno: guata o algodón. Coser a fuego lento, y ¡bon appetit!